Me escribe
por WhatsApp un querido amigo (el ciclista) y me dice que si le puedo hacer el
favor de irlo a buscar a la distinguida ciudad de Higuey ya que tiene un evento
ciclístico y su hermano se le complicó y no podrá ir por él; yo con mucho gusto
le digo que no hay problema. Para tales fines deja su guagua en su casa y
también en el proceso involucra a otro ilustre amigo (el magnate) que se había
hecho el loco pero al final apareció.
La pauta era
que saliéramos de la ciudad a eso de las 14 horas para que llegáramos allá sin
mucha prisa pero a tiempo para que lo busquemos cual paquete olvidado es y así
mismo fue que se hizo, nos fuimos sin prisa y aprovechando el viaje para
ponerme al día con varios temas con el magnate porque como ustedes comprenderán
el individuo es medio difícil de localizar.
Luego de un
par de horas charlando y contemplando el paisaje del este de nuestra isla
llegamos a la gran ciudad de Higüey en donde luego de ver lo limpia que esta la
ciudad (la envidia de la capital) nos dispusimos a ir al lugar del encuentro en
donde nos reuniríamos con el ciclista.
Ya las
personas que tienen tendencia a leerme saben que en la mayoría de mis relatos
si empezamos bien termínanos de regular a mal o si empezamos mal tratamos de terminar
lo mejor posible; iluso yo (otra vez) que pensé que una de mis historias no iba
a tener ningún problema. Pues resulta y acontece que el ciclista previo al
viaje nos había dado la ubicación del GPS (si del GPS a estas alturas hemos
evolucionado) para que estuviéramos sino exactos lo más próximo al lugar de
donde se “supone” que iba a estar, pero una vez más caí en la trampa y por voz
de mujer (nada personal) pero todo el que ha usado el mapa sabe que la voz
inconfundible de la dama te dice por dónde ir pues así mismo lo fuimos
haciendo, sin embargo, cada vez que hablaba sentía que nos iba alejando de la
civilización, (vamos agregarle el ingrediente extra de que el ciclista nos dejó
la gasolina de su guagua contada literalmente y perdíamos la señal del celular)
y cada camino se iba poniendo chin a chin angosto (no me refiero al mes del
calendario) y enlodado lo que comenzó a cuestionarme la exactitud de esa
dichosa ubicación recibida con anterioridad.
Mi copiloto
el magnate solo atinaba a decir cuidado si nos quedamos enchivados por estos
predios, como me considero un chofer con cierta manejo en la conducción y más
aun después de ver muchos programas de montañismo en donde enseñan como
precisamente no quedarte enchivado pude sortear los baches con el mayor de los
cuidados (modestia incluida).
Pero como
todo llego el momento de decir es mejor que el ciclista nos vaya a buscar a la
ciudad porque ya se está poniendo oscuro y con el detalle de andar en reserva
pues era lo más lógico regresar a un punto en donde podamos encontrar señal por
si acaso nos perdíamos.
Con mucha
dificultad dimos la vuelta y comenzábamos a salir hasta que nos topamos con
otro vehículo incluso más grande que el de nosotros que venía de frente, como
la lógica indica y la caballerosidad también regrese un poco hacia atrás donde
había un espacio lo suficientemente ancho para que el otro vehículo pudiese
pasar y nos encontramos con la más agradable noticia de la tarde y era que las
personas que transitaban por allí les había pasado lo mismo que a nosotros que
por guiarse del mapa andaban perdidos (en el fondo no me alegraba por su
situación ya que estamos en la mismas sino más bien porque ellos si tenían
señal en su celular y amablemente nos permitieron hacer una llamada al ciclista
que solo decía devuélvanse que los ubicare en otro sitio).
Salimos
raudo y veloz de aquel caminito, luego el sentido poco común del hombre nos
lleva a hacer la pregunta de ubicación que nunca queremos hacer porque creemos
que nos la sabemos todas (error) y para nuestra sorpresa el lugar de encuentro
que deseábamos saber nadie lo conocía, el magnate y yo nos miramos la cara y
dijimos estamos oficialmente perdidos pero Dios siempre bueno nos manda una
señal y era un nos ciclistas que aparentemente andaban en el tour y el magnate
dice vamos a caerle atrás. Lo cual así lo hicimos y cada vez que le
preguntábamos a alguien sobre el lugar nos decían una forma diferente de
llegar.
Al final
para no seguir alargando la historia tuvimos que irnos por el camino más largo
(pero pavimentado) y saliendo de la ciudad casi llegando hacia Hato Mayor nos
pudimos encontrar al lado de la carretera que el buen amigo el ciclista y
cuando creíamos que nos regresaríamos raudo y veloz hacia la capital nos dice
esperen que tenemos que buscar a par de compañeros más que van pero ellos nos
están esperando en un lugar que obligatoriamente hay que pasar para salir de
Higüey, y yo algo incrédulo le dije que si no están allí se quedan amanecer
porque a mí me está esperando un locrio (que no se dio pero yo aún no lo sabía)
en la casa de uno de los compadres de luxe.