Resulta y viene a ser el caso que
cada uno de nosotros tenemos ciertas venas que deberíamos de explotar más a
menudo. Como deben saber la vena artística tiene sus ramificaciones y la que me
toca a mí contar en esta ocasión no es otra que la de la pintura.
Los que me conocen muy de cerca
saben que soy todo un tolete con la brocha y el rolo cuando los tengo en la
mano y si estoy bajo los efectos del etílico pues ni Guillo Pérez, ni Picasso,
ni cualquier otro grande que a ustedes se les ocurra mencionar me dan por los
tobillos.
Para ir entrando en materia, a mí
se ha indilgado una tarea que en el papel era fácil pero que llevarla a cabo
para mí fue todo un reto y una aventura espeluznante. Se me ha dicho: mira ahí la
pintura, y ahí está la pared y por cuestiones musicales me acorde de la canción
que dice:
Ahí está la pared
Que separa tu vida y la mía
Esa maldita pared
Que no deja que nos acerquemos
Esa maldita pared
Yo la voy a romper cualquier día
Ya lo verás mi querer
Tú volverás ese día
Que separa tu vida y la mía
Esa maldita pared
Que no deja que nos acerquemos
Esa maldita pared
Yo la voy a romper cualquier día
Ya lo verás mi querer
Tú volverás ese día
El asunto es que yo no tengo
problemas y como pintor con características únicas digo: “manos a la brocha”. Lo
que este pintoresco artista ignoraba era que la pared en cuestión tenía dibujadas
a pulso dos siluetas de nubes y un arco que se utilizaría para rellenar de
varios colores para que hiciera las funciones de arco iris.
Yo me quedo algo estupefacto por
las siluetas encontradas y llamo para pedir indicaciones de cómo ha de tratarse
el lienzo de cemento y me indican que la pared ha de ser pintada de azul con la
media lata que me dejaron para que simule el cielo y las nubes han de ser
pintadas de blanco para hacer todo el contraste. Obviamente a estas alturas de
juego han de saber que la obra que se asigno es la habitación de un pequeño que
para los fines futuros lo llamaremos Papa Pitufo (en breve les cuento el porqué
del apodo).
Pero como me encantan los retos
asumo mi rolo y empiezo la obra no sin antes acomodarme colocando algo de música
para la ocasión, comenzando con algo de salsa y guaguancó pero en lo único que
falle fue en no guarecerme con un vaso lleno de licor. Cosa que lamentaría mientras
la obra se llevara a cabo.
Me pongo mis ropas de artistas y
comienzo a pintar, arranco con la brocha y pinto los bordes y otras partes, me
detengo con toda calma y me robo un pincel algo fino que luego me entere que se
utilizaba para las mujeres pintarse la cara para hacer las siluetas y el arco
iris, pero fajado media hora con cada nube y diez minutos con el dichoso arco,
cuando termino con los sudores y tembloroso por la falta de alcohol en las
venas contemplo mi obra maestra y digo estamos bien encaminados nada más me
falta entrarle a la pared y salir del proyecto infantil asignado.
Ya que no tengo el liquido vital
que convierte a los simples mortales en grandes artistas renombrados subo la
radio a todo volumen para dejarme llevar por las notas musicales cuando
comienza a sonar Ray Barreto con “patorita tiene guarare conmigo”… fua se fue
la luz. Yo miro para todos los lados y me digo anda pal carajo pero el pobre no
tiene suerte.
Ya sin etílico y sin música tuve
que sin muchos rodeos entrarle a la pared para ir apurando el paso y no me tomara
toda la tarde, total es una sola pared en breve estará como nueva, pues sigo el
protocolo, echo mi pintura en la bandeja, tomo el rolo lo empapo bien y
comienzo a darle para arriba y para abajo con todo el gusto del mundo, pero
encuerdao porque estoy sin saborear trago de nada.
Y rolo para arriba y para abajo
cuando en una me freno y me digo para mis adentros: “santas acuarelas y ahí no había
una nube…??”. Me quede atónito cuando me doy cuenta que le he pasado con todo y
rolo a una de las nubes que me dio tanto trabajo trazar con el pincel robado. No
me quedo de otra que parar todo y buscar la manera de echar para atrás el error
tan garrafal que he cometido por no estar equipado debidamente para tan difícil
labor.
Voy al lavadero y tomo un trapo
viejo (hecho a la fuerza) para al menos salvar las líneas curveadas y ver luego
que explicaciones doy al respecto pero sé que le echare la culpa a la falta de
romo en mi sangre; pero a penas salgo del atolladero y se me ha ocurrido la
brillante idea de bajar al colmado de enfrente a comprar al menos una cervecita
para apalear el calor y engañar la mente por un breve instante.
Subo peor que como baje porque me
topo con la cruel realidad de que una Jumbo de una fría cuesta cien machacantes
(entiéndase cien monedas de las denominaciones de un peso oro), pero ya no había
vuelta atrás, estaba destapada la botella y tenia vaso en mano, me bajo de dos
tragos largos casi media botella y siento el frio corriendo por dentro de mí y
digo: “vamos al mambo”. Vuelvo y echo mi pintura en bandeja cojo el rolo y a
seguir pintando, total ya con media nube dañada que mas me podría pasar
(pensamiento erróneo de mi parte).
La segunda nube quedo de óptica porque
esta vez estaba más pendiente y no cometí la equivocación de pasarle por
encima; cuando termino de pintar, me echo para atrás y contemplo que la pared
no está quedando como debería y cuestiono mis dotes de artistas por primera vez
en mi vida. Decido bajar el rolo y la brocha y esperar que seque la pintura
para darle una segunda mano para ver si al menos mi honor no queda manchado.
Me tomo un pequeño descanso, como
algo y me recuesto un momento para cuando la pintura haya secado entrarle rápido
a la segunda mano. Entre todo el trajín se me ha olvidado que en la casa se
encuentra un infante muy travieso de apenas dos años que no se cómo abrió la
puerta de la habitación y se cuela dentro de la misma. Luego de un rato escucho
un silencio sepulcral y a lo lejos oigo una voz que dice: “mami”. Miro para
todos los lados y digo: “la crema”; salgo disparado para la habitación cual
flecha fue disparada por un arco y me encuentro en el escenario al pequeño
embarrado de pintura comenzando por las manos y terminando por el pecho solo de
color azul porque por detrás tenía una raya (tipo pepe le pew) de pintura roja
y no de cualquier pintura roja, era de la que se usan para pintar gabeteros y
sus derivados, que cabe decir que se pinto por estar husmeando en otra habitación
donde recién habían pintado un gabetero ; y así nace el apodo de Papa Pitufo.
El pequeño me miro con unos ojos
llenos de duda preguntándose qué fue lo que hice. No me quedo de otra que
cargarlo y llevarlo al lavadero para hacer todo lo posible de quitarle la
pintura recién adquirida; cuando le quito todo me encuentro con que en el
pamper había un regalito de esos que tiene olores no muy agradables. Cojo dos
galones de agua y le echo uno para que la pintura vaya aflojando y cojo el
trapo para limpiarlo, admito que hice un trabajo prolijo, el problema era la
pintura de la espalda que no había agua con jabón que la quitara. Lo que diré a
continuación me dolió como si fuera a mí. Miro para todos lados y no veo que
utilizar para pasarle y no dejar el rastro rojo, cuando me topo con una botella
de tiner, todo el que ha pintado sabe lo mucho que pica en la piel cuando uno
se pasa un poco, imaginen ustedes los estragos que puede causar en una espalda
de un infante, pero no me quedo de otra, le indico que se agarre de la llave
que voy para encima, cojo el trapo con un poco del liquido y le paso sin guayar
claro cuando pega un solo grito de alarma y comienza a saltar cual chivo salta
la verja del corral; raudo y veloz le echo agua fría y paso de nuevo jabón para
volver a echarle agua y envolverlo en una toalla para sacarlo del lavadero.
Pasado ese episodio llega la luz
y me introduzco a la habitación, me tranco para que no vuelva papa pitufo, subo
mi música y tomo nuevamente el rolo para culminar con la obra ya empezada.
Obviamente que las criticas no
dejaron de llover porque me pase un poco cuando le pase con el rolo por encima
a una de las nubes pero me defendí diciendo que me faltaban las herramientas
adecuadas para la tarea asignada y por otro lado la pared quedo como nueva cosa
que objetaron por el daño causado a la nube, que si se analiza bien se resuelve
pintándola del color que va y que de seguro me tocara también esa tareíta.
Moraleja: De lo anterior contado aprendí
que no se debe comenzar un trabajo artístico sin conocer todos los detalles y
mucho menos andar desarmado de etílico.
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